lunes, 18 de abril de 2011

“CON 10 JUGADORES LOS ARIQUEÑOS NOS PINTARON LA CARA”

“CON 10 JUGADORES LOS ARIQUEÑOS NOS PINTARON LA CARA”

Ricardo Araya Maldonado
Periodista
Hincha más Hincha del CDA



Una vez más, el público antofagastino se retiró con la cara larga del Estadio Regional, debido al pobrísimo cometido de los jugadores locales, lo cual significó un desabrido empate 1-1 ante San Marcos de Arica, que jugó todo el segundo tiempo con 10 jugadores, por expulsión del delantero Renzo Yáñez, casi al finalizar la primera fracción.
En estricto rigor, la hinchada puma debería haberse retirado con la cara llena de risa, porque la oncena albiceleste rescató un valioso punto, en un partido que perdía hasta el minuto 86, empatando con un gol que salió de la nada y producto de esos imponderables que tiene el fútbol, en instantes en que la visita estaba más cerca de estirar las cifras y sellar el partido, ante los inmumerables errores del cuadro puma.
Todo empezó con un primer tiempo demasiado repetido, añejo y para el bostezo. Ninguna; sí ninguna ocasión de gol en el arco ariqueño, porque los antofagastinos se debatían entre juego anodino y timorato, típico del fútbol chileno, combinado con la falta de sorpresa, que no inquieta a nadie.
Por eso, el primer tiempo se fue arrastrando a merced de la conveniencia de los ariqueños, que venían con la clara intención de llevarse un empate, después de tantas derrotas que lo tenían postrado en el fondo de la tabla y colista, de la mano del flaco Ibarra, el más grande vendedor de pomadas, que ha llegado a la “Perla del Norte”.



El gol visitante, llegó como resultado de un rechazo largo defensivo; de un balón aéreo que no era de nadie, pero fácilmente despejable y que el experimentado Renzo Yáñez lo hizo suyo de puro guapo y mañoso entre los centrales antofagastinos, quienes quedaron a la deriva mirando al árbitro por si cobraba algo. El contragolpe, rindió sus frutos porque con un furibundo zapatazo, el jugador Contreras anidó el balón junto al poste izquierdo, dejando atónito y sin reacción al arquero López.
En el segundo tiempo, vinieron las modificaciones de Gustavo Huerta. El primer cambio muy acertado, porque Oyarzún fue el mejor espectador dentro de la cancha, observando como entraban “Pedro, Juan y Diego” por su banda, demostrando un desempeño bajísimo.
Luego sustituyó al chiquilín Huerta, que aunque no hacía un gran partido es un delantero y obviamente, cuando el equipo va en desventaja jugando de local y en pleno segundo tiempo, hay que sumar y no restar en ataque. Algo tan básico, pertenciente al ABC del fútbol. Antes, había ingresado Francisco Sepúlveda y a riesgo de ser majadero, voy a reiterar por los siglos de los siglos, que un joven en sus primeras armas del fútbol jamás cambiará el trámite del partido y mucho menos dará vuelta un resultado. Sumó algunos errores, y falta de atrevimiento; he dicho también que “la culpa no es del chancho”, sino del entrenador Huerta, que arriesga el futuro de un joven jugador que me parece más que interesante; en él, aprecio nítidamente que tiene condiciones futbolísticas y, muy importante, tiene buen porte, pero endilgarle la responsabilidad cuando “el horno no está para bollos”, me parece un error.
Su gol, ya lo expresé, apareció sorpresivamente después de varios rechazos, le pegó muy bien y sin demasiada potencia entre un bosque de piernas, que obstaculizaron la visión del portero visitante.
Huerta dejó en la cancha a Escudero, desconocido, y que no aportó nada. Su sustitución era lo correcto.
Por eso más allá de mascullar la ira debido a tan frustrante actuación, quienes sabemos de este cuento, nos retiramos tranquilos, porque durante largos minutos los ariqueños “le pintaron la cara” a los pumas y nada más porque “Dios es grande”, este partido no se convirtió en un gran bochorno, similar a los papelones de los primeros partidos de la presente temporada.