martes, 27 de septiembre de 2011

¡LOS PRIMEROS 45 MINUTOS, ESTUVIERON DE MÁS!

                    ¡LOS PRIMEROS 45 MINUTOS, ESTUVIERON DE MÁS!

Ricardo Araya Maldonado
Periodista y Escritor



Quítale al primer tiempo, el gol antofagastino conquistado a los 45 minutos por Erick Pino -en la única jugada con velocidad y bien finiquitada- y te queda la más pura expresión de una vulgar pichanga. Si alguien aún no sabía qué significaba una pichanga de fútbol, tendría que haber asistido al Parque Juan López, a presenciar el primer tiempo entre los pumas y Magallanes para aprender de inmediato su soporífero significado. Un ir y venir del balón, sin ton si son; tiros al arco que se iban a las nubes o al banderín del corner; saques laterales por toneladas; algunos caramelos que ni siquiera alcanzaban para entibiar las manos de los arqueros y kilómetros de jugadas cortitas, menuditas, livianitas y otros calificativos afines para acciones tan deslavadas, que a nadie se le hubiese ocurrido pensar que Antofagasta era el puntero y que el equipo carabelero necesitaba puntos urgentes para no desaparecer del fútbol profesional.
Por eso, hasta ese momento, mucho mejor estuvieron las empanadas calentitas –pasadas a cebolla-, que vendía el “do, do por cien”, para entibiar la gélida mañana.
En la segunda fracción fue otro partido, porque la visita buscó la paridad con más hombres en ofensiva y en su adelantamiento generalizado, dejaba inmensos boquerones, muy propicios para meter pelotazos al vacío. Y pelotazos también al rival, porque Antofagasta no mejoró su accionar de forma sustancial, con jugadores de bajísimo nivel como Ronald González y Osmán Huerta, excepto en la jugada del penal que, más habilosito que otras veces, eludió al arquero antes que tirar “a lo que saliera”, al bulto.
Lanzamiento bien ejecutado por Rubina y llegó el tranquilizador 2-0, sin realizar nada extraordinario, debido a este Magallanes que sigue dando la hora con el “Arica” Hurtado en la banca. Un equipo que tan sólo mostró ser un “clon” perfecto de Rangers, la anterior visita. Es decir, nada de nada.
Así fue arrastrándose un triunfo fácil “sin saber leer, ni escribir”; entonces  la preocupación principal ya no fue Magallanes, sino los dos jugadores pumas que salieron lesionados, en jugadas normales y sin que mediara ninguna infracción descalificadora del rival. Además del prematuro agotamiento de ciertos jugadores, que abrió una interrogante respecto a la preparación física del plantel. Ya el año pasado, muchos jugadores terminaron “gateando” y el notorio declive físico, fue una de las causas primordiales de no ascender en las últimas fechas, al fútbol de honor.
Por el momento mandan los números. Esos 10 puntos de diferencia respecto del segundo en la tabla, que es Naval, en una jornada en que todos jugaron a favor de los pumas.
Sin embargo, la grisácea mañana no dio para celebraciones mayores, debido a la tristeza del viaje final de un puma campeón y auténticamente antofagastino, que triunfó en el mítico quillotazo de 1968 y las selecciones antofagastinas: René Jáuregui.
Se le rindió un respetuoso minuto de silencio, previo al inicio del partido.

(Leer entrevista a René Jáuregui, realizada el 2009, en su última visita a Antofagasta).



lunes, 12 de septiembre de 2011

¡SE ME PERDIÓ DE VISTA RANGERS Y NO LO PUEDO ENCONTRAR!

¡SE ME PERDIÓ DE VISTA RANGERS Y NO LO PUEDO ENCONTRAR!
Ricardo Araya Maldonado
Periodista y Escritor





Hasta el minuto 71, el partido de los pumas frente Rangers, se estiraba con un lánguido empate y el cuadro local sucumbía ante un evidente descenso físico, futbolístico y anímico, mientras los huasitos se agrandaban y llegaban con algunos caramelos a la valla de López. Minuto de incertidumbre en que las esperanzas quedaban a merced de los recién ingresados Narváez y Huerta, para volver a propiciarse las jugadas de gol, que no supieron cristalizar en el primer tiempo y que fueron amilanando la fortaleza espiritual de los jugadores pumas y el panorama se tornaba cada vez más grisáceo, en este partido de “seis puntos”, como decían aquellos que les gusta inventar cosas raras.
Vino un tiro libre, por la banda izquierda y en el habitual borbollón de hombres y en el rechazo parcial de la defensa sureña, apareció Ronald González que hizo explotar de júbilo a los dos mil incondicionales hinchas y a otros dos mil aparecidos.
De allí para adelante fue otro partido. Con el estímulo anímico que significó la apertura del marcador, todo cambió. Los jugadores rojinegros se fueron en busca de la paridad  y los pumas se encontraron con abundantes espacios para el contragolpe.
Nada mejor para un mediocampista y un delantero, que sorprender adelantada a una defensa para meter pelotazos al vacío y en profundidad. Y tanto mejor, si se trataba de Rangers, un equipo livianito y con algunos jinetes jugando fútbol. Claro que no todo fue “coser y cantar” para la oncena local, porque en la defensa talquina se escondía un longevo “criminal” de mil batallas en el cuerpo, pero en franca decadencia como es Marco Villaseca.
A partir de aquel “segundo aire”, comenzó el festín puma y muy bien por Giovanni Narváez, que se cuadró con el gol de la tranquilidad. Un antofagastino resistido por la hinchada local, desde tiempos inmemoriales. Y para más remate, cada vez que jugaba se mandaba desafortunadas jugadas que acrecentaba el rechazo de los que no tienen idea de fútbol, porque se trata de un jugador interesante y experimentado; además que tiene buen porte. Todos saben que yo detesto a los jugadores enanos.
Más allá de las cuentas alegres por haber perdido de vista a Rangers, el sublíder en la tabla de posiciones –el CDA le sacó ocho puntos de ventaja- inquieta el excesivo toque de balón del cuadro antofagastino, que para los “pichangeros” neófitos, pudiera aparecer atractivo, pero que es improductivo y también exasperante, cuando carece de rapidez, profundidad y sorpresa. Y durante largos pasajes del encuentro los jugadores albicelestes cayeron en ese jueguito anodino y estéril; razón fundamental del fracaso del fútbol chileno a nivel internacional.
Aún así, los pumas van en alza y se nota un equipo sólido y bien afiatado; pero lo que más pesa al ser evaluado por los rivales, es la mística que luce; esa aura que irradia, solamente el equipo que posee alma de campeón.